EL AMOR EN LOS TIEMPOS DE TINDER

Dicen que los millenials nos aburrimos rápido de todo. Que queremos cambios constantes. Que nuestros papás nos dijeron que éramos los mejores y el último lugar también tenía premio. Buscamos constante alimento para el ego. Me Gusta y Corazones en las Redes. El millón de amigos.

Una generación en búsqueda de constante aprobación. 

Vivimos en un tiempo de relaciones efímeras. Nadie quiere arriesgar más de lo necesario pero irónicamente todos andamos en búsqueda de esa conexión que te deje sin aliento. El gran problema para una #mujeralborde es que si vemos a un chico guapo, nos da diarrea verbal. 

Así que para evitar vergüenzas y parecer más cool de lo que somos descargamos una aplicación y ponemos nuestro mejor filtro de Instagram.

Porque a la mierda con el mindfullness y el amor propio: En la era del amor cibernético la ilusión se vende al mejor postor y por un tiempo limitado. Y es que el amor en tinder es efímero, una sobrecarga de estrategias baratas, un cupido ciego, una constante fantasía, una inminente ruleta rusa. 

Verano en Barcelona es la meca de los jugadores de Tinder.  

Cuando empiezan a despertarte los rayos de sol, te aseguras un poco de vitamina D, juegas un poco, quedas con alguien, tienes sexo casual, eres víctima del tan famoso ghosting, sales a correr, conoces a otro, te imaginas tu futuro con él, nunca te vuelve a contestar, sales a correr, eliminas la aplicación, conoces a alguien en la “vida real”, cocinas para él, cantas en la ducha, te rompen el corazón, sales a correr, descargas la aplicación, le mandas el mismo mensaje a todos, sales con el primero que te contesta, sales corriendo y empiezas todo de vuelta. 

Y en todo este círculo vicioso, es más fácil vivir de la fantasía que de la vida real. En urdu tienen una palabra para eso: Goya, que significa dejarse llevar por la imaginación hasta sentir algo ficticio como real. 

Actualmente vivo en un constante estado de Goya. Barajando las noches entre un padre de dos hijos adolescentes, un adolescente francés, un español que cree que soy el amor de su vida y un balkano que vive en Suecia. 

Todos una fantasía distinta con la cual entretenerme. Todos una historia pendiente de escribir. Y por más que mis fracasos amorosos solo sirven para  convencerme de que viviré rodeada de animales adoptados, no puedo evitar buscar una nueva conexión virtual. 

Y es que al final andamos buscando ciegamente alguien con el cual despertar y sentirse lo suficientemente cómoda para no querer salir corriendo con la excusa de que te esperan en casa para el desayuno.

Supongo que nunca estamos enteramente cómodos.  

Mientras escribo esto, estoy en un avión camino a Estocolmo para conocer al balkano. Un match que podría significar el final de mi vida o el comienzo de una historia de amor, porque para nosotros, no hay un punto medio. Es un todo o nada. 

Y en este juego, hay que saber cuando mostrar tus cartas. Aunque para una #mujeralborde, antes que ganar o perder, siempre optaremos por ser intensamente emocionales. 

Y si no funciona, siempre estará el siguiente match. 

Anterior
Anterior

LA MALDICIÓN DE LOS 3

Siguiente
Siguiente

UN AMOR ALBORDE