PIZZA A LA NAPOLITANA

INGREDIENTES:

  • 450 g de harina sin preparar

  • 250 ml de agua tibia

  • 2,5 g de levadura prensada fresca (1/12 del bloque de levadura)

  • 12 g de sal (1 cucharadita y media colmada aprox.)

  • Aceite de oliva

  • 400 g de tomate triturado

  • 250 g de mozzarella

  • Hojas de albahaca fresca

  • Sal y orégano

PREPARACIÓN:

Los ingredientes esenciales para una pizza siempre serán 3: La masa, el tomate y el queso. Todo en un debido orden para que haya un complemento perfecto de sabores y balances.

Así como cuando inesperadamente te encuentras en la cama con dos napolitanos.

Se empieza por la masa. Para ello, se pone la harina en un bol grande y dividimos el agua en dos recipientes: En uno se disuelve la sal y en otro la levadura. Haciendo con la harina un hueco en el medio, añadimos el agua con la levadura en ese hueco y removemos un poco. De ahi viene el agua con la sal y el aceite de oliva. Empezamos mezclando con las manos hasta obtener una bola. La pasamos a la mesa y la amasamos hasta que los ingredientes queden bien incorporados. Y la levadura pueda ir creciendo. 

Desde que conocí a Alicia y se volvió parte esencial de mi vida nocturna y posteriores resacas alborde, tuve algo claro: Una peruana y una española pueden ser una combinación explosiva. 

Y es que Alicia era mi ángel malvado, dándome ese empujon para hacer las travesuras que debí hacer a los 18 pero era muy lorna y muy gorda para hacerlas. 

Ella entendía mis bordes, y yo, yo finalmente tenía alguien con quien compartir todos mis secretos. 

Es así que cada fin de semana, con la bendición de San Judas y el santo milagro que sucede al terminarse una botella de whisky entre las dos cada viernes, Alicia y yo nos convertimos en las putas amas de barcelona, dueñas de nuestro destino y nuestras decisiones. 

Y nuestros vomitos explosivos en las esquinas de la ciudad claro. 

Si bien los viernes eran de fiesta y los domingos de pelis en el sofá, los sábados siempre los dejábamos un poco a la suerte. 

Tomamos la masa entre las manos y formamos una bola recogiendo los bordes hacia el centro, como si fuera un atillo. Ponemos la bola en el bol (previamente enharinado) la cubrimos con film transparente o con un secador y la dejamos reposar unas 10-12 horas (durante toda la noche).

Hacia el verano del 2015, Alicia salía con dos muchachos (y yo solo anhelada tener los ovarios de esta mujer): Bernardo, su novio argentino a la distancia a quien le había declarado amor eterno siempre y cuando vivieran en la misma ciudad y Tony, el típico napolitano que habitaba Barcelona bajos sus reglas y su idioma. 

Cabe recalcar que Tony tenía la firma de su madre tatuada en la pelvis. Amor a la italiana. 

Según ella, el sexo era bueno, y que mejor que un chico que no quisiera nada serio. Yo, que vengo de una familia del norte de italia, y por ende, amenazada de meterme con un Napolitano, no creía que Tony tuviese las mejores intenciones. 

Sin embargo, un sábado de poco hacer, el tano nos invitó a casa a cenar. Tenía dos amigos que venían de visita y pensaba que sería divertido conocerlos. 

- ¿Que dices Isa? Seguro que son guapos.

-¿Guapos? Son dos, lo que significa que uno de todas manera atraca, matemáticas básica. 

Para mí, el invierno había sido duro y no contaba los días en poder darle una pausa al consolador. 

Tratando de no tocarla mucho, cortamos la masa en 4 partes y la dividimos en 4 bols pincelados con aceite de oliva. Dejamos reposar una hora más. Mientras se preparan los ingredientes: se condimenta la salsa de tomate (aceite de oliva, sal y oregano) y se corta la mozzarella.  Tomamos la primera bola de masa y la volcamos sobre una mesa enharinada. Empezamos a extenderla, de un extremo al otro, aplanándola con los dedos. Colocamos las manos encima y empezamos a girarla sobre sí misma abriendo la masa como si fuera un abanico, con cuidado de no romperla. Cuando alcance unos  20-25 cm de diámetro la ponemos en un molde o bandeja. 

Ya cambiadas, talqueadas y con la faja puesta, nos preparamos para salir a la conquista: Tomando media botella de whisky y llevando la otra media para el camino. 

Lo que no sabía hasta ese momento es que el Ballantines me brotaba el lado salvaje y desmesurado que toda mujer alborde tiene dentro, por lo menos por una noche entera. 

En un piso de la Av. Marina, compartido con una maníaca depresiva, nos esperaban, Tony, Manu y Luca. 

Debo confesar que Manu y Luca eran guapos...bastante guapos, y me vi envuelta en esos escasos momentos de placer en la vida de toda gordita: Decidir cual de los dos me gustaba más. 

Proeza la cual se fue volviendo cada vez más complicada al pasar la noche...y al pasar los tragos. Comimos, charlamos, volvimos a comer, whisky, sofa, whisky, mirada seductora (o al menos eso crees), más ballantines por favor, de tin marin, de don pin gue...

- ¿Y si hacemos un show de talentos?

Para ese entonces la roomate de Tony nos había ofrecido Prozac a todos y ante nuestra negación decidió no formar parte de lo que depararía la noche. Quizás a sabiendas de las decisiones poco éticas que tomaríamos o porque este show ya lo había visto quinientas veces con las chicas de turno de cada fin de semana. 

Sea cual fuese la verdad, el Ballantines a punto de terminarse ya había calado por todo mi cuerpo, generando una reacción única. Esa que sale con cada luna llena y se atreve a todo. 

Alicia hizo un baile contemporaneo que incluyo ser cargada por los aires por Luca (punto extra para Luca), mientras Tony, Manu y yo hicimos un baile exotico que incluyó dejar en pelotas a Tony, por voluntad propia, y mostrar su pajarito por varios segundos sin censura. 

Si, el Ballantines nos hacía hacer cosas maravillosas. 

Encendemos el horno a 250º y habiendo puesto la masa en una bandeja condimentamos la pizza con un par de cucharadas de salsa de tomate y, con movimientos rotatorios, la extendemos por toda la superficie. Añadimos un chorrito de aceite de oliva por los bordes y cuando el horno este bien caliente metemos la pizza, dejando cocinar durante 7-8 minutos. 

Alicia, ante los efectos del baile, decidió desaparecer hacia los abismos del cuarto de Tony y yo, decidí divertirme un poco antes de tomar una decisión. Luego de un par de conversaciones banales, quién eres, que te gusta, que haces, los 3 nos fuimos poniendo cómodos en la habitación de al lado. 

- Venga bambini, les voy a enseñar un poco de yoga

Y asi, entre saludos al sol borrachos, decidimos que era mejor idea empezar una cadena de masajes...yo en el medio. De pronto, la ropa nos comenzó a molestar y en un abrir y cerrar de ojos yo ya estaba sin pantalón...y los chicos en pelotas. Masaje va, masaje viene, ahi esta bien, un poco más arriba, ¿qué divertido esto no bambini? ¿que me voltee? vale, un beso pa Luca, y uno pa Tony, y ahora estoy desnuda y viendo sus penes.  

Hay momentos en la vida en los que uno pone pausa a la película para verla desde afuera y decir: " Esperen, ¿está a punto de suceder lo que creo que va a suceder?" 

Y así fue como un poco de sorpresa, un poco a sabiendas, empezamos a tocarnos suavemente, cada vez con menos verguenza, cada vez con más ganas. San Judas me había mandado dos hombres en una misma noche y en una misma cama y yo, yo ya tenía la altura necesaria para subirme en esa montaña rusa. 

Entre  piernas, penes, pelo, risas, frotaciones, descansos, hidratación, sudores, posturas y un sinfin de posibilidades pasando por tu cabeza  debo confesar que por momentos me sentía algo abrumada. Tenía dos penes a la mano (literalmente) y yo quería mandarle un mensaje a mis amigas

- Huevooona, adivinen quien tiene dos penes en la mano...hablamos mas tarde, tengo que trabajar.

Como buena alumna ejemplar, chancona y sobre exigente, me puse manos a la obra y asi, un poco con cada uno, un poco entre todos comenzamos a generar una simbiosis cósmica cuya parada final sería el nirvana. 

Y mientras nos preparabamos para una épica Torre Eiffel, entró Tony en búsqueda de condones. 

Pasado este tiempo podemos sacar la masa y añadir el resto de los ingredientes que tardarán menos tiempo en cocer.  Esparcimos por la superficie las rodajas de mozzarella y algunas hojas de albahaca. La volvemos a meter en el horno y 10 minutos más antes de que este lista.  

- ¡ Joder, esto es puto Disneylandia!

Durmiendo entre los dos, recordé esa frase y los ojos maravillados de Tony, esos que solo suceden cuando vez a Mickey Mouse por primera vez. Esa noche fue puto Disneylandia...y es que no por nada se le llama el lugar donde todos tus deseos se hacen realidad. 

Siguiente
Siguiente

FETTUCINI AL PESTO