FETTUCINI AL PESTO

INGREDIENTES

  • 1 atado de albahaca 

  • 150 g de nueces

  • Un puñado de Parmesano

  • Ajo molido

  • Aceite de Oliva

  • Un paquete de Tagliatelle

PREPARACIÓN

De niña este era mi plato favorito, el del tránsito entre el verano y el invierno. Al pesto hay que tenerle respeto. La porción justa te hará querer repetir. Demasiado y no querrás comerlo más.

Cuando el verano empieza a irse de Barcelona, todos los ojos se dirigen hacia la montaña. A una hora en tren, el Montseny me esperaba, un parque natural en donde conocí a una criatura peculiar: Javier. Javier salió de Happn y muy guapo no era. De quién me enamoré fue de su perro, Bruce. Supongo que era por Bruce Lee, aunque nunca se lo pregunté.

Un enfermero, no por pasión, que había dejado la ciudad para depositarse en la montaña donde poder hacer escalada junto con su perro y su planta de marihuana. Y yo, que andaba más sola que un calcetín en el fondo de la lavadora, no conocía la montaña o a sus montañeses. 

Así que un viernes por la noche me recogió en su carro destartalado y me enrumbe a lo que vendría a ser nuestra cabaña nupcial por el fin de semana. Basta decir que cuando le advertí que no me acostaría con él, quedo bastante impresionado. Y entre charlas existenciales, porros, cervezas y cigarrillos nos fuimos a dormir en cucharita no sin antes demostrarme que me podía cargar todas las escaleras hasta su habitación y dejarme mojada de pies a cabeza. 

La albahaca se pone en un secador humedo por 1/4 de hora. Luego a la licuadora o procesador y se va echando el aceite de olvia de a pocos, hasta que quede una pasta homogenea. 

A la mañana siguiente me desperté abrazada, cosa que nunca había experimentado en mi vida. Asi que a pesar que todas las alarmas sonaron cuando salímos a pasear de noche por el bosque (escenario ideal para le crimen perfecto) no se porque me sentí a gusto. El lavaba la ropa y yo hacía la siesta, alimentada de cerveza.

El domingo me dejó en la estación de tren con la certeza de que nos veríamos a la semana siguiente. 

- Adios Montseny...

- Hasta luego Montnegre...

Y así debí haber dejado esta historia. En un adiós. Porque no hay nada más certero que a más tiempo juntos mayor problema. ¿Por qué? porque Javier, el montañes, no sabía manejar sus sentimientos, sobre todo los concernientes con su madre. 

A pesar que por mensajes se le notaba algo incómodo, quería esa sensación de contención de vuelta. 

Que equivocada que estaba. 

Se separa la pasta de albahaca en un bowl y se pasan las nueces por la licuadora o procesador rápidamente. Luego se agregan a la albahaca y la cucharada de ajo molido. En una olla se pone agua a hervir. 

Me recogió de la estación de tren y no comimos nada, no por falta de hambre, sino porque básicamente no tenía nada en la nevera salvo cerveza y un tomate. Así fue como empecé a notar verdades del montañes: si bien hablaba de aventura, nunca había salido de España y para contrarrestar su odioso y mal pagado trabajo habia entrado en un círculo vicioso con la marihuana y el tabaco. Uno le seguía al otro, mientras yo me consumía de hambre y arrepentimientos en su sofa.  Luego le seguía que su higiene era un poco sospechosa, no tenía amigos ni alguna aspiración por la vida. 

Pero lo que derramó el vaso de realidad pertubadora fue cuando me anunció que su madre vendría a visitarlo por la mañana. 

Agregar 3 cubitos de mantequilla, un puñado de parmesano y aceite de oliva en el pesto. Cuando hierva el agua, agregar sal y los fettucini. Cocinar hasta que estén al dente (7 min aprox aunque en el paquete suele decir el tiempo). 

- ¿Me estas jodiendo? Me cagaste huevón. 

- Bueno, no, es que me va a dejar una estufa. Igual le hable de ti y no le gusta la idea que seas peruana. 

Ante mi silencio e incomodidad, Javier comenzó a hablar pestes de su madre, alimentando su complejo freudiano y intentando a la vez que lo acompañara en su odio insólito. 

Esa noche no dormimos en cucharita. 

A partir de las 8 am su madre empezó a llamar y ante su incapacidad de tomar acción al respecto lo obligué a contestar, mientras me preparaba psicológicamente para esto. 

-¡Que coño quieres! ¡Te vomitaría en la cara!

Claramente, no estaba preparada para esto....y a los cinco minutos, su madre llegó. 

A partir de ese momento, todas mis acciones se fueron dando en piloto automático. porque si algo quedaba claro es que yo no iba a ser el punto de conflicto ni desencuentro. Asi que poniendo mi mejor cara de huevona bien educada me presenté ante su madre y su tía. 

De él, solo escuche un par de insultos más caleteados en una conversación pasivo-agresivas que duro una eternidad en mi cabeza. 

Y cuando me entró la inminente necesidad de ir a casa, era muy tarde. Pero en un abrir y cerrar de ojos, estaba metida en su carro yendo a recoger catañas a la montaña, con Javier, su madre y su tía. Era como si mi cuerpo actuara a su bola, siempre alerta a lo que podría pasar. 

Porque la pelicula de terror que habia imaginado finalmente se habia convertido en realidad.

Cuando los fettucini esten hechos, se escurren dejando un poco de agua de la cocción y se mezcla con el pesto. Un poco de parmesa encima y estan listos.  

Nunca olvidaré, hacia el final del paseo, cuando toco el turno de despedirme de la tía me respondió con un "Buena Suerte". En ese momento debí pedirles que me llevaran con ellas pero lamentablemente mis pertenencias estaban en la cabaña. 

Javier en cambio nunca había estado tan feliz. Incluso sugirió que vayasemos a comer algo antes de ir a dormir. 

Yo, que caía como Alicia en un hoyo de incredulidad, me sentía incomprensiblemente atraída a su locura tanto que en algun momento consideré ver a su madre una vez más. 

Bastó un mensaje de Dominique preguntandome como iba el fin de semana para pisar tierra. Esta no era una película, era mi vida, y en la vida real yo quería mantener la cordura. Por lo menos el mayor tiempo posible. 

Mientras Javier planeaba una excursión juntos, yo use el arma secreta de toda #mujeralborde: Discimular una llamada de tu mejor amiga. 

Así fue como Dominique se rompió el brazo mientras montaba skate y no tenía nadie quien la acompañara a la clínica para superar su miedo irracional a las agujas y las enfermeras. 

- Lo siento, soy su única amiga. 

- Pero, ¿Te volveré a ver?

- No creo. Me mudo mañana a Madrid. 

En el tren de regreso una lágrima de desahogo recorrió mi mejilla y me recordó porque es que soy una mujer de mar. 

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