PARMIGIANA DI MELANZANE

INGREDIENTES

  • 1 berenjena grande

  • 1 lata de tomates pelados

  • 1 cebolla roja grande

  • Ajo

  • Pan rallado

  • 1 huevo

  • Azúcar, sal, pimienta, harina

  • Puñado de albahaca

  • 2 bolas de mozarella

  • Parmesano y Emmenthal

PREPARACIÓN

La lasaña de berenjenas es el plato perfecto para el invierno porque requiere tiempo y paciencia. Es con la práctica que termina saliendo perfecta y es con el tiempo que realmente descifras la verdad entre esas capas.

Martin era el chico perfecto. Para mi y las otras diez chicas que veía en paralelo. Pero cuando estaba conmigo, era como si no existiera otra mujer en el mundo. Eso es tener talento nato para la seducción. Si no era lo bien que olía, eran mis ojos o quizás mi sonrisa malvada y no olvidar mis piernas.

Tenía una obsesión con mis piernas. Como odio mis piernas.

Martin era el amante perfecto. Sabía hacer de tus imperfecciones perfectas virtudes. Si faltara más, a todos caía bien y era amado por varios. O más bien por varias. Su problema con las mujeres, tema por el cual iba a terapia, derivaba de su negada misoginia. Es que Martín solo amaría de verdad a una sola mujer en su vida: Su madre querida.

Lo primero es la salsa de tomate. En una sartén aceite de oliva y mantequilla. La cebolla y el ajo después. Un chorro de vino blanco. Una vez cocinada la cebolla se agrega el tomate, la albahaca, un poco de azúcar y salpimentar. 20 minutos a fuego medio y salsa lista.

La primera vez que salí con Martin jugué el papel de desinteresada. Total, era un chico peruano más de Tinder y yo ya tenía la mirada puesta en Europa. El problema era que como buen macho peruano me tiró perros al ver mi desinterés y en un choque de egos terminamos besándonos en la pista de baile.

Al día siguiente que me dijo me recogería para ir al cine, se quedó dormido.

Martin era el mujeriego perfecto. Si mi madurez emocional hubiese sido la de hoy, Martin no sería más que un beso de una noche. Sin embargo entré en el vortex de la histeria del mensaje no contestado. Su silencio era el mensaje más claro pero me negaba a aceptarlo. El nunca iniciaba una conversación pero siempre tenía las de ganar.

La berenjena se corta en láminas o círculos delgados. Se dejan reposando con un poco de sal para sacarle el amargo.  Se pasa por harina, huevo y pan rallado (al cual le agrego un poco de Parmesano, pimienta, pepperoncino, ajo y perejil) . Freírlas o ponerlas en el horno hasta que se dore el pan y enfriarlas.

Cuando coincidíamos todo era perfecto, al menos eso era lo que me decía para evitar aceptar la inminente realidad: Martin nunca me vería como algo más que un polvo ocasional. Yo siempre me ponía nerviosa antes de ver a Martin. Él apenas cerraba su puerta ya tenía el celular en la mano para ver que fotos calatas le habían mandado sus amiguitas.

Martin pedía, y todas mandaban.

Martin era el romántico perfecto. Cuando me liberé mentalmente de su presencia (es que Martin estaba en todos lados) y me puse a varios de miles de kilómetros de distancia, Martin me propuso un viaje. Nunca la pase tan bien y a la vez tan mal en mi vida. Quise casarme con él y matarlo mientras dormía.

En una bandeja para horno se pone un poco de salsa, berenjenas, salsa, mozarella, berenjenas, salsa, mozarella, Emmental y Parmesano. Al horno por 30 minutos a 150. Los últimos 2 minutos que sean de gratinada.

Martin era mi kriptonita. El deseo prohibido. Odiaba amarlo pero amaba odiarlo. Las noches de insomnio. Los mensajes no respondidos. La añoranza de sus besos. El odio hacia sus manías sexuales. La ternura de sus caricias. Los celos hacia sus otras mujeres. El constante sentimiento de estar al borde de un precipicio.

Martin era el chico perfecto.

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