MUJERESALBORDE EN CERDEÑA

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Debo confesar que los viajes en grupos me generan una mezcla de ansiedad y emoción. Agrégale amigas peruanas, algunas más antiguas que otras y uno cae en una regresión cuasi adolescente.

Así cuatro peruanas, una de ellas embarazada, y una argentina fueron la receta para el perfecto viaje #alborde. 

Además cabe resaltar que el pronóstico del clima nos aseguraba lluvia todos los días. Pero decidimos ser optimistas y confiar en que los astros estarían de nuestro lado. Y así fue. Cagliari nos recibió con un sol apoteósico y ganas de explorar todos los rincones de la isla. 

Primer consejo: alquilar un carro. El nuestro fue bautizado Jose Alberto (porque era tan dramático como nombre de telenovela) y no solo fue nuestro aliado de aventuras sino también nuestro espacio de confesiones, música, snacks de medio día y carcajadas. 

Nuestra base fue Caniggione, un pueblo al norte de la isla (a la cual llegamos luego de 3 horas en carro) lleno de encanto con vistas al mar. Bajando unos escalones de casa, una playa chiquita con un muelle fueron el escenario perfecto para desconectar un par de días de la rutina. 

Así que luego de una perfumada en las partes importantes y un cambio rápido de indumentaria, nos enrumbamos hacia Alghero, no sin antes hacer una parada de emergencia (desvanecíamos del hambre) en un supermercado y abastecernos de todos los productos necesarios: Jamon, queso, vino y cervezas. 

Y es que no hay peor temor que una #mujeralborde de un ataque de hambre.  

Las callecitas adornadas de Alghero te hacen recordar porque los pueblos italianos tienen tanto encanto. Caminamos perdiéndonos entre las tienditas de decoración, bodegas de vino y placitas con cafés hasta llegar al malecón con vistas al casco antiguo. 

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Una cerveza e inauguramos el viaje que nos llevó hasta Il Solito Posto junto con la puesta de sol y un plato de pasta que la mente agradeció pero obligó a desabotonarse el pantalón.

Para el segundo día, nuestras pieles blancas y algo sobrepesadas nos demandaban sol. La Costa Smeralda sería el destino elegido. Llegamos a la primera cala por obra y gracia del universo, encontrando un camino semi escondido que nos dirigió a un pedazo de cielo terrenal.

Nuestros vecinos suecos probablemente se asustaron al ver tanta guapura junta, pero nosotras no nos iríamos sin conseguir la primera ericipela del viaje. Rojas pero felices nos trasladamos hacia Spiaggia del Principe con aguas cristalinas y la luz perfecta de tarde. 

El camino de la Costa Esmeralda está lleno de vegetación salvaje, con curvas que revelan aguas esmeraldas y casitas de ricos y millonarios. Y como no tenemos un pelo de huevonas fuimos por una cerveza a Porto Rotondo en búsqueda de un millonario con yate. 

No obtuvimos el millonario, pero si varios matches en Tinder de potenciales marineros.

La primera botella de 4 litros de vino rojo la terminamos con un plato de gnocchis en casa, conversando de amores pasados, sexualidad presente y proyectos futuros. Así poco a poco, fuimos creando un círculo íntimo de hermandad, en donde lanzar nuestras quejas existenciales sin miedo a críticas ni desaprobaciones.

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Ya que si algo tiene ser una #mujeralborde es que ya nada en la vida te sorprende y cuando piensas que aullaste demasiado por un hombre, siempre hay otra que la ha pasado peor. 

Cuando logramos arrearnos las unas a las otras al carro en un domingo de resaca, pusimos quinta hacia Palau, en donde cogeríamos un ferry a la isla de la Maddalena, de lejos, nuestro secreto favorito del viaje. 

Jose Alberto nos llevó hasta la reserva natural de Caprera para hacer un pequeño trekking de 40 minutos. Si bien algunas decidimos optar por las zapatillas, otras en sandalias fueron merecedoras de la medalla de oro a los trekkings #alborde. Unas verdaderas descendientes de chasquis. Un susto con una serpiente de dudosa existencia hizo a la embarazada elevar vuelo de regreso al carro pero a punta de sobornos dulces la convencimos de que no podía perderse lo que estaba por venir.

Lo cual fue un precipicio de diez metros que bajamos de culo dignamente. Porque antes muerta que sencilla. 

Con toallas al cuello, bozo perlado y la entreteta mojada, los Gonzalez llegamos para adueñarnos de la espectacular vista de Cala Coticcio, un tesoro escondido entre las piedras y vegetación. Y al plantar sombrilla invisible en la arena poco nos faltó para arrancarnos la ropa y entra al agua, que aunque congelada, fue la mejor recompensa que pudimos tener.  

Carnes al sol, cervezas semi frías y el reggaeton de los vecinos adolescentes fueron el escenario perfecto para considerar renunciar al trabajo. 

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Al regreso, un helado en Gelatissimo calmó nuestro corazón dulce y una caminata por el centro despertó amores prohibidos hacia parejas guapas, carajeos a niños tirando piedras, más carajeos a niños jugando a la pelota, coqueteos con el panadero que nos vendió focaccia y la certeza que en algun momento de nuestras vidas volveríamos a esta isla para instalarnos en nuestra prematura vejez. 

La luna llena nos encontró en Caniggione, donde al ritmo de reggae veraniego, cervezas Moretti y uno que otro estupefaciente nos hizo reir hasta olvidar la razón de la risa. 

Me encantaría decir que la Grutta de Nettuno fue una de las experiencias más inolvidables del viaje. Pero lo único inolvidable fue llegar para ver que estaba cerrada por malas condiciones del mar. Y como cinco cabezas #alborde trabajan mejor que una, decidimos no dar el día por perdido y con un hambre voraz nos recibió Cala Pelosa. 

Al hacer picnic en la playa nos dejamos llevar por los perros correteando, amantes haciendo siestas, marea que cantaba a lo lejos y el ocasional octagenario con tanga en búsqueda de alguna aventurilla primaveral. 

Hacia la tarde nos detuvimos de emergencia en Conad, nuestro supermercado estrella.

¿Cuál era la emergencia? No la recuerdo, pero si sé que por momentos delirabamos del hambre. Y luego, a punto de pagar los chocolates y las cervezas ocurrió algo que nunca pensé ocurriría en un #viajealborde en Italia: Nos mandaron a callar. 

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Algo avergonzadas y anonadadas por tal paradigma existencial caminamos hacia el duomo de Sassari en donde el cielo de primavera nos dejo los colores más bonitos de la estadía. A la noche, una pizzas revelaron historias de embarazos, familia, miedos y aullidos a la luna. 

Cerdeña se despidió de nosotras con una tempestad brutal, demostrando su tristeza de vernos partir, o quizás proyectando nuestros sentimientos de separación prematura. Porque cinco días no fueron suficientes para descubrir todos los rincones de la isla. Y aunque un risotto de funghi porcini y canciones de Cebollitas nos levantaron un poco el ánimo, el fin se hizo sentir mientras Jose Alberto batallaba los goterones de la autopista camino al aeropuerto. 

La ansiedad de separación es producto de todo #viajealborde en donde se generan nuevas tramas en historias de amistad femenina. Eso y un par de kilos de sobrepso. Porque viajar con mujeres es la mejor excusa para comer sin reparo y disfrutar sin reglas. 

 

 

 

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