CULPO A LAS EXPECTATIVAS

Recuerdo que a mis 18 años, recien ingresada a la universidad y con un nuevo sentido de independencia y de desenfado feminista, me encontraba muchas veces soñando despierta acerca de mi vida a los 28.

La verdad es que andaba algo desesperada por llegar a la adultez y completamente segura que a los 28 sería la puta ama del universo. 

Lo que no sabía es que al llegar alborde de los 30, mi vida sería tan distinta a la del resto...o al menos a cómo debía ser en un principio. 

Si bien mi curiosidad me llevó por lugares fantásticos y otros inhospitos, lo cierto es que en temas de encontrarme a mí misma fui todo lo que vendría a ser una "late bloomer".

Para eso y para el amor. 

Mientras mis amigas experimentaban los primeros besos, chapes, agarradas de culo, frotaciones, paleteo, solo la puntita y el "huevona acompáñame a hacerme un test de embarazo", esta gordita alborde del amor de fantasía prefería soñar con las historias y las maratones de películas en casa, a la espera de fama, amor y felicidad. 

Eso y que en un mes me vi Sex and the City completo. 

Pero si algo tenía claro a los 18 era el arte de la adaptación. 

Sabía adaptarme, hasta el punto de camuflarme cuasi de forma militar,  a toda situación y grupo social en la ciudad pero no encajaba del todo, o no quería encajar en tanto evento frívolo e irreal.  

Fue hacia el 2014, algo menos gorda y un poco más alborde, que mis amigas comenzaron a casarse (algunas por amor y otras para finalmente salir de casa de sus padres) tener ascensos increíbles y empezar a parir pequeñas versiones de ellas mismas.

Y yo, yo me veía cada vez más lejos de esa "realidad". 

A 10,006 km de distancia para ser exactos.

Lejos de ese ideal en la parte de sociales de la revista de moda (en donde siempre te recortan de la foto porque aceptémoslo, no das la talla). 

Y es que el problema con crecer no son los cambios físicos, los golpes bajos, los primeros amores y corazones partíos o el primer orgasmo que te hizo gritar mientras mordías la almohada y agradecía a San Judas Tadeo porque te considerabas un caso perdido. 

El problema son las expectativas con las que crecemos. 

Por qué cuando me liberé del yo pasado, ese que viene con el apodo de toda la vida, con las historias que siempre se recuerdan, con las noches jurando que nunca más te volverías a enamoras y las aullidos a la luna llena, empecé a encontrar que las expectativas no eran mis expectativas. 

Estando en una ciudad extranjera, en donde ni san puta me conocía, podía presentarme tal como soy. Sin prejuicios, ni radares sociales, ni "tu eres algo de..." para empezar a enfocarme nuevamente en lo que mi yo de 18 siempre supo que podía lograr ser pero que termino de cuajar lejos de las voces y miradas: La puta ama de MI universo. 

Y así, haciendo lo que me salía sinceramente del coño, sí que pude empezar a respirar y ser yo. 

 

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